miércoles, 18 de septiembre de 2013

ASTURIAS

Analizando el panorama faunístico de Asturias, casi que se podría decir que es uno de los pocos sitios que mantiene algo de "ancestral". Es de los pocos sitios donde aún quedan los dos carnívoros más grandes de la Península Ibérica. Y allí que iba yo, subiendo carreteras interminables hasta pueblecitos perdidos en el espacio y en el tiempo, en busca de aquellos dos animales tan míticos.

Primera huella de oso que vi
Suena a tópico, pero quien me dio las indicaciones, sabía bien dónde me mandaba. Con una exactitud de metros, me dijo dónde vería huellas de oso a pesar de que hacía meses que no visitaba la zona. Eso es conocimiento de campo, y lo demás son tonterías. Nada más empezar a andar casi aún por la noche, tuve que usar el frontal para dar algo de luz a la huella y poder hacer la foto. A medida que aumentaba la luz, fui descubriendo el rastro completo, el cual empezaba en el barro, para metros más arriba, acabar en el camino seco.
Rastro del oso en el barro
Más arriba continué encontrando huellas, pero en este caso en el polvo del camino, en el que la única señal de que había una huella muchas veces era lo "liso" que quedaba el terreno tras el apoyo de las almohadillas del oso con decenas de kilos encima. La verdad es que a pesar de que no vi más animales que un lirón gris y algunos tritones palmeados, me fui muy contento de allí sabiendo que mis pies pisaban donde el oso vivía.
Huellas de oso en el polvo del camino

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